martes, 11 de diciembre de 2012

Monamour

¿Puede haber cosa más linda?

En diez mil años, cuando la humanidad esté extinguida, quedarán pocas muestras de nuestra cultura por analizar. Vendrán extraterrestres y encontrarán un planeta totalmente destruido, y estudiarán nuestras ruinas tal como nosotros los humanos modernos estudiamos a los incas, mayas y egipcios con lo poco que quedó de ellos.

Más bien, los alienígenas se asombrarán de la sexualidad humana y de la imparable energía que tiene ésta para buscar siempre el placer en cualquier forma de emoción; sea positiva o negativa. Los celos podrían estar en el punto medio. La inteligencia extraterrestre, de ser asexuada, se preguntará: ¿qué cosa son los celos? y la respuesta puede estar en un film bello, aunque irregular, del director italiano Tinto Brass: Monamour.

Brass, viejo verde, propone que los celos son la base de toda energía sexual, erótica, romántica y hasta sacra. Se supone que el hombre al amar a una mujer justifica su emoción con el hecho de que ésta lo ame sólo a él y a nadie más. Al poner nuestra señal de alerta en busca de potenciales e indeseables terceros, estamos protegiendo nuestra emoción, nuestra dignidad, nuestro orgullo y decencia.

La película presenta a Marta (Anna Jimskaia, la mujer más hermosa y sexual del universo Brass), en busca de satisfacción erótica plena. Algo muy difícil teniendo a un marido frío y aburrido, como el tonto de la canción de Maná. Por ende, Marta sale en busca de aventuras y las encuentra con un francés desvergonzado que la quiere penetrar por el culo. El marido se percata y... bueno, tienen que ver la película para ver cómo se ponen en funcionamiento los celos. ¿Es porno la película? No, la pornografía es aburrida y generalmente crea alianzas con el moralismo para complementarse. Es una película erótica para gente curiosa y atrevida, donde hasta el sonido de los tacones de Marta al caminar es afrodisíaco.

Este poto es de leyenda.
Y afrodisíacos son los celos también. Lamentablemente en la vida real muchas veces nos encontramos con el lado negativo de éstos, el cual acarrea algunas veces resultados funestos. Pero no, Tinto Brass nos muestra el lado erótico y el único momento incómodo del film es una bofetada del marido a Anna, con lo que ésta le replica: ¡cornuto!. Digamos que una mujer así diciéndonos eso es más devastador que cualquier cachetada.

Tinto Brass ha estado haciendo películas a su manera por los últimos 30 años. Es un director obsesionado en el culo de la mujer y en sus imperfecciones a la vista. Formidable, es un genio entonces, porque el resto del mundo al parecer vive obsesionado en la perfección de la belleza visual femenina, al punto de alterarla con tecnología digital. No, Brass usa películas, cámaras, lentes... si una escena erótica no le causa una erección, entonces la descarta. Claro, Monamour no es perfecta, al igual que Marta, pero les digo que no van a pasar un mal rato.

En fin, se las recomiendo en caso estén buscando algo más que la misma monotonía de siempre: y estoy hablando de la pornografía, no de la aburrida vida matrimonial.



Nuestra más reciente entrada de blog

Cuando Madonna era sinónimo de sexo, 1992.