viernes, 22 de junio de 2012

La mujer objeto

Recuerdo las clases de educación sexual en la escuela a la que iba. Estudié en un colegio de curas de Chiclayo, Perú, y claro, éramos todos hombres y la mujer era o lo más sagrado (la Virgen María) o lo más profano (las prostitutas amigas de Jesús o la madre de un compañero, más buena que el pan y de quien se corrían los rumores más aberrantes posibles salidos de la mente de un chico de 12 años).

En 10 años de oscurantismo, me metieron por las orejas y por los ojos la idea de la mujer objeto. Que la televisión y la prensa sólo querían hacer de nosotros unos robots sexuados, lo cual es cierto, pero la opción de la iglesia (y posteriormente el gobierno) de reprimir todo impulso sexual como forma de control del individuo era tan estúpida como la idea de que el sexo en la vida real se parece a una película de Cinemax los sábados por la noche.

La iglesia católica y su obsoleto sistema educativo-político (que pronto caducará de la misma forma que el capitalismo hace cuatro años y el comunismo hace 25), siempre supo que al hombre había que controlarlo mediante la vagina de una mujer. La represión sexual funciona como arma y a la vez como almohada, como cuchillo castrador y como afrodisíaco.

Los curas y su equipo educativo nos moldeaban la mente con un solo objetivo: que sólo tengamos sexo después del matrimonio. El tener sexo antes era pecado mortal (mas no lo era, por ejemplo, vivir de los impuestos de los otros sin trabajar), y qué decir del hacerlo con más de una, o con una extranjera; sí, alguna vez oí decir a uno de esos laicos arrastrados que las mujeres canadienses y francesas son cochinas y no se lavaban la concha, como para intentar inducirnos el asco. A mi me daba cólera oír tamaño descaro. ¿Con qué derecho alguien decide cómo generalizar a una mujer, sólo con el fin de seguir la orden del clero de convencer a los alumnos de que metérsela a una mujer sin la bendición de Dios te hará arder en el infierno? El nombre del tipo ese que nos dio aquella triste charla de orientación sexual yace en el olvido, y estoy seguro de que su vida matrimonial fue igual de penosa y árida.

A una mujer se la ama, por su cuerpo, por lo que es en general. Por aquella magia que lleva dentro. Con un poco de suerte te querrá por lo que eres y, si la educación sexual ya ha hecho de tí un patán, lo más probable es que deje de quererte a los pocos días o semanas, cuando te hayas aburrido de tenerla en un pedestal y decidas que es una mujer cochina. Porque eso es exactamente lo que la iglesia quiere hacer de ellas. Los chicos serán los líderes del mañana, y sus mujeres estarán a su lado, dando a luz a sus herederos, siempre y cuando ellos puedan pagar las cuentas de la luz, teléfono, cable y escuela (que ojalá sea la misma).

No sólo al ver cómo el conservadurismo va en aumento, en respuesta a la sexualización y alienización de la sociedad, sino también al ver cómo la belleza de la mujer es manipulada en computadoras y luego devuelta a nosotros para que de alguna forma nos decidamos a escoger a la menos mala, me doy cuenta del verdadero juego represión-descontrol al cual nos tienen a todos desde hace buen tiempo. Al juego del pedestal-muladar al que quieren que todas las mujeres jueguen y nosotros estemos ahí detrás, diciéndoles qué hacer.

Aprendamos a admirar a las mujeres antes de intentar juzgarlas.


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