Perdí mi virginidad durante un dinamitazo de una torre de alta tensión que afectó a todo el pueblo costero donde vivía. Estaba frente al mar con una chica muy bella. La oscuridad de la noche, las estrellas que formaban el brazo de la Vía Láctea, y sobre todo aquel impulso de querer descubrir algo nuevo nos hizo hacer el amor en la arena, sobre una toalla mojada por el mar. Recuerdo que aunque hacía viento, yo estaba sudando como una olla a presión. Ella sonrió todo el tiempo, y recuerdo sus dientes brillando en la oscuridad.
Diana tenía una dentadura preciosa y unos muslos muy suaves y a la vez firmes. En 1988, cosa rara en Perú, las chicas no se pintaban las uñas de los pies pero ella sí. Tenía el pelo rubio, y era mucho, mucho más inteligente que yo. Corrían rumores de que era una chica fácil y que conmigo estaba "de vacilón". Uno se podía sentir mal quizás por eso... la chica también; pero de esa noche recuerdo, aparte de mi sudor, su sonrisa y sus muslos surgiendo de mis costados, una profunda sensación de descubrimiento. Estaba tocando fondo, estaba tocando pechos... y el vientre de la mujer, descubrí, era lo más tibio y cómodo del mundo. Mientras a lo lejos los terroristas dinamitaban torres de alta tensión, yo estaba dinamitando a una belleza llamada Diana. Ella se vistió y nos quedamos viendo las estrellas, que dejaban ver sus luces debido a la falta de fluido eléctrico. Hacia la carretera, escuchamos a alguien decir que el apagón iba a durar dos días. Diana y yo nos abrazamos. Oímos otra explosión a lo lejos. Yo perdía mi virginidad con una chica de vanguardia, y el Perú, cual damisela perdiendo su virginidad, estaba en medio de un baño de sangre también.
Me deshice del preservativo que sería el primero que usaría dentro de una mujer, por el resto de mi vida. Diana y yo hicimos el amor una vez más esa misma noche, y otra vez a los dos días, en su cuarto. No fue lo mismo. Poco después ella se fue, y no, no la volví a ver más. Mejor así, porque a veces la magia es mucho más fuerte si no se le restriega la nostalgia una y otra vez. Así se recuerda mejor a la mujer, especialmente a la primera.